martes, 13 de enero de 2015

Una historia, una pasión

 
 



El tiempo pasa intemperante y me va hundiendo en un pesimismo absoluto, sumergiéndome en su abatimiento y desconcierto. Quisiera llorar, pero las lágrimas no acuden, solo un dolor penetrante y agudo, que como un punzón, penetraba en mi corazón mientras había una sola idea fija en mi mente: te fuiste muy de madrugada ¡tan contenta! dejándome empapado de tu existencia, embriagado de excitación y tú entusiasmo. 
¡Un escalofrío recorrió mi cuerpo..., completamente! Todo el frente de mi cara lo tenía pegado contra el cristal de la ventana de mi alcoba, miraba al vacío y sentía que mis piernas podían ceder y caerme al suelo. Consideraba, que mi vida no tenía sentido sin todas esas cosas que me has hecho sentir. Sin ti ¿cómo podría vivir? ¿Qué podría hacer?
Son las seis de la tarde y no llegabas, como llegabas cada día y algo me hace pensar que no vendrás..., noto un vacío alarmante. Tu móvil estaba desconectado, lo que hace todo muy sospechoso, premonitorio e indicador de mis peores presentimientos. Intento contener el dolor que esta perforando y resquebrajando mi pecho. Esto no es algo con lo que esperaba encontrarme y mi existencia se desvanece. Extendido en mi alcoba, boca abajo, sobre la moqueta que cubre el suelo, completamente rendido y agobiado; me recargo mentalmente y mando un mensaje telepático poniendo en juego toda esta sensación de llamada. 
Eran ya las tres de la madrugada, cuando mi teléfono suena. Si, era ella, Raquel. En un instante me regocije conmigo mismo y todo lo que valía la pena. Me pedía disculpas por su desaire, por su necesidad de poner a prueba esta relación tan arrolladora y desmedida. Que estaba hablando bajo las sabanas de su cama para que nadie la pudiera oír a esas horas tan inapropiadas. Reconocía que había sido injusta conmigo,  que algo que la perturbaba no la permitía dormir tranquilamente..., a mí, ya nada me importaba. Ahora estaba contento y hasta satisfecho, por toda esa manifestación extrasensorial que aquella noche había removido todos mis fundamentos y entusiasmos.
Así, es como pude vivir este pasaje, de una relación amorosa, más bien concupiscente y llena de voluptuosidad, sin prejuicios, como una condena en el peor de los infiernos por una entrega irracional. 
Volvió todo a una normalidad que nos equilibro de alguna manera y permitió seguir adelante como si nada hubiera pasado. Conocí, que las cosas que vivimos, a veces, hacemos por una mayor o una exagerada dependencia, lo que será un Infierno personal. 
 
Esteban Burgos

 

 

jueves, 1 de mayo de 2014

Cartas para Antonia, exiliado becillano en Francia

 

Hace tiempo escribí sobre como llegaban a la frontera franco-española los republicanos que temiendo por su vida en España la escapatoria más accesible era por los pirineos a Francia, lógicamente, esperaban ser recibidos como refugiados pero se les trato como despojados y molestos agresores y, serían enviados a improvisados campos de acogida, pero eran simplemente campos concentración sin condiciones sanitarias, vigilados por la tropa militar, separando a las familias por grupos compuesto por  mujeres, niños que fueron enviados a campos de tránsito, refugios en diferentes pueblos del interior de Francia. Mientras a los hombres les llevarían a ciudades como Argelès-sur-Mer que se convirtió en el primer campo de refugiados, abierto el 1 de febrero de 1939, era una playa delimitada por una alambrada y vigilada por soldados cipayos, mercenarios, senegaleses y argelinos. Las condiciones sanitarias y alimentarias eran tan deficientes que durante los primeros meses, murieron más de una decena de millar de españoles por desnutrición, disentería y enfermedades bronquiales. Con el tiempo eso se fue mejorando para llegar a habilitar vagones de trenes y en otros casos barracones. Las presiones por el gobierno francés para que volvieran a España fueron constantes y algunos refugiados regresaron voluntariamente a España a pesar de su inseguridad.

Fue pasando el tiempo en una situación ya estable en uno de esos campos de refugiados y trabajos obligatorios, más bien forzados.

Refiriéndose a su Antonia, que contempla en una foto con parte de su familia, se expresa así:

 

Carta del 13 octubre 1940

 
Mi queridísima Antonia:

Tu sabes que mis ojos no están en las mejores condiciones, pues hay una sonrisa en la mujer que está detrás de la puerta”tres jolie” que es la sonrisa noble y querida de mi novia. ¡Mi novia! La única ilusión de mi vida, con los sobrinos de Isabel. Mi pensamiento se agolpa alrededor de ella, como la gallina a sus polluelos y detrás de ellos, yo.  Yo más viejo que mi novia y los sobrinos, pero con un alma joven, muy joven, capaz de emprender una vida nueva, capaz  de comprenderlo todo, porque mi corazón tiene el calor precioso para evolucionar hacia lo más elevado, hacia los más puro y mejor.  Y en qué día, Antonia, ¡en que día escribo esto!....  Precisamente hace 12 años que se caso la madre de los sobrinos de Isabel…. Mi novia, mi morada, faro de mi vida.  El alma deseada, sublime que fija la mirada por encima de los hombres y del tiempo, no teme a la muerte, escribió Platón.  Tengo el alma templada para todo, más con mi novia: Aprendo la oración (ya que no me oye) para decirle que la quiero más que nunca.  Siento la caricia de sus ojos en el corazón, siento su aliento saturar mi alma de felicidad. Mi novia, Antonia, mi novia va conmigo a todas partes.  Nada quiero sin ella y que me conformaré con bien poco cuando pueda estar con ella.  Y estaremos, no lo dudes; porque ella y yo podremos decir como el filósofo: “bien viven aquellos cuyo apacible sueño no les turba ni el temor, ni la ambición.  Felicito a la  madre de los sobrinos de Isabel, que el próximo año lo pasaremos todos juntos.

La carta del día de mi santo no la he recibido.  Aquel día, más que nunca me acordé de todos; pero sobre todos de nuestro Miguel.  Sí, hay otro Miguel que le quiero más que a mí mismo.  Vi con el alma su alma grande; vi sus brazos rodear una vez el cuello de su madre, con el cariño que él pone para querer a quien le quiere.  Y vi su película, cuando el cierra los ojos y ve las casas y los sitios donde ha vivido.  Y por un rato madre e hijo (un solo corazón, una sola alma) se besaron bebiendo en sus bocas, con el beso puro de las almas elegidas.  Y también (¡ah! Esto sí que es interesante) me dio una conferencia de sus conocimientos. Si todo el mundo sabe que comprende rápidamente cuanto se le enseña.  Tan aguda es su imaginación, tan a flor de piel están sus conocimientos cerebrales (¿lo comprendes?) que la duda apenas existe en el.  ¡ Miguel, Miguel, que necesidad tengo de verte de escucharte, de poner tu corazón cerca del mío, para mezclar nuestros sentimientos, para enseñarnos el uno al otro, para limpiarnos de nuestros pasado con el baño de nuestra mirada! dile  que es su cumpleaños el día 1º de Noviembre.  Cuando, cuando  del brazo de mi novia, y de él podremos salir de paseo, para interrogar a las piedras, dialogar con todas las cosas bellas de la naturaleza; arboles, flores, pájaros.  Y entonces nuestras risas, como rocío bendito pasarán de un alma a otra y el “tiempo” no será un fardo pesado.

Antonio está bien en el retrato.  Siempre pensé que si hubieras tenido ocasión de haber ido con Isabel lo hubieras hecho.  No me he equivocado.

Escribiré a Marcelina, pues antes se me olvido ¡No! pienses en sus cartas por ahora y si humanamente llega alguna, esto te encontrarás; pero lo mejor es no pensar en ello.

No sé como Antonio podría volver a donde trabajaba, déjale que él sabrá lo que se hace.  Devuélvele el abrazo y algo más, que todo se lo merece.

La Nati está con Isabel estuvo trabajando hasta mediados de Octubre, mi hermano que vino anteayer de permiso de allá dice que está un  poco más gorda.

Un abrazo de felicitación, Miguel

Querido Fidel: Si, el invierno  para el estomago es malo, pero es tan caprichoso que tan poco es fijo.  Ponciano estuvo en el pueblo unos días mal y ahora come mucho  y nada le pasa.  Ayer llegamos a esta nueva dirección  es un hermoso bosque con muchas bellotas y conejos, aunque yo no he visto ninguno. Las bellotas un poco amargas, no están del todo maduras.  No veremos a nadie, pero no lo pasaremos mal, creo yo.
 
 
Dirección:  7eme GROUPE TRAVAILLEUR ESPAGNOLS
                   CASCARET
                   Par le Camp des Garrigues
                   Nimes (Gard)
                   Francia

adjunto: carta original

 
 
 

 

 

jueves, 24 de abril de 2014

La comunicación y el legado


Muchas veces hemos oído decir algo con cierta frecuencia como esta frase: “se llevó su secreto a la tumba”. Y sin embargo, dejamos huellas que no podemos ocultar, pistas que no lo dicen todo sobre nuestra identidad escondida pero nos muestran rasgos; así somos los seres humanos, algo siempre por descubrir y puede que hasta por conocernos porque hemos querido ser lo que los demás nos han asignado o puede porque es lo que hemos imaginado ser nosotros mismos. 
Dejamos anécdotas, pequeñas conversaciones con seres tan desconocidos como nosotros mismos, sombras difuminadas con el espectro de las dudas acumuladas y la superposición de la incertidumbre de ser nosotros o una prolongación de otros cercanos, que alguno se atreve a afirmar que es como sus padres, tío o persona cercana admirada, otros, no dirán nada de lo que realmente fue su motivación influyente; cada uno pone una reseña en su realidad..., o puede que no. Es tan poco y vago que parece como que tan siquiera hubieran existido, es como un chispazo de una figuración o sospecha.
Dejamos casas, tierras, enseres, facturas descoloridas y ajadas por el tiempo, zapatos rozados y desgastados por el uso, prendas de ropa que ya nadie usara, deslucidas por su pasado y desactualizadas, que alguien tirara, puede que alguna carta guardada que nos descubre algún secreto flagrante, puede que conflictos o reveses que desconocíamos. Somos tan contradictorios que puede que dejemos a nuestros familiares solo lo material cuando lo que nos importa es el afecto y motivos de su comportamiento esencial. En algunos casos, solo tuvieron una relación confiada y cierta con aquellos que trabajaron, les consolaron alguna vez, ellos recibieron todo lo material que conservaron; que el tiempo y nuestro afán de sacar el mayor partido les atribuiremos, pero como una trituradora se desmenuzara, separando las partes según su naturaleza y se esparcirá por todos los lados, cada cosa, según la naturaleza del intereses o finalidad indeseable. 
La vida, es el mayor ofrecimiento que tenemos, es un regalo, por eso, nos ha interesado la motivación de las personas y su comportamientos, por su necesidad ha venido todo lo que han tenido y realizado, puede que una familia y cada una de las experiencias  y maneras de ser privada; no es sólo la familia y una dedicación al trabajo, es la comunicación con todos, lo que apreciamos y percibimos es con lo que contribuimos como individuos sociales a mejorar nuestra convivencia. A mí, me gusta ver esos rasgos personales que nos hacen tan diversos y, a la vez, tan interesantes por la aproximación personal e influencia que eso ejerce, aunque seamos tan variables por las ocupaciones que se realizan, se puede ver esa inteligencia para desenvolverse, deshacer los problemas y acabar con las dificultades; es el mejor legado, mucho mejor que las trasmisiones materiales, aunque todo puede formar parte teniendo su ganancia, cada uno le da su importancia en cuanto sus necesidades principales. La comunicación nos enriquece a todos, saber cómo pensamos, como somos, como sentimos y que buscamos; mostrando el resultado de una tarea hecha con los cinco sentidos, o las ilusiones que hilvanamos en esas horas largas de caminatas solitarias o sentados en la soledad del hogar.
Un día empecé a sacar de esa oscuridad algunos personajes y después de este paréntesis viajero quiero continuar y continuare…, porque creo que nos pertenece por ser parte de nuestro pueblo.
Esteban Burgos

sábado, 22 de marzo de 2014

Viaje a las montañas de Vietnam, Lao Cai y Sapa



La aventura estuvo siempre presente, dado que encontrábamos en un lugar extraño por lo ajeno a los lugares de pertenencia, con tantos contrastes que nos es preciso un esfuerzo para situarte ahí, en esa amalgama de personas, tan discordes; los medios son precarios y anticuados, eso no tiene importancia porque venimos a eso, a mezclarnos y conocernos sabiendo que pertenecemos a culturas distintas. La verdad es que nuestra guía, Bela, una hermosa joven vietnamita, con un perfecto castellano nos facilita todo, nosotros solo tenemos que esperar sentados en una “Sala” y hacer tiempo, mirando a nuestro alrededor en esta Sala, muy bien condicionada con grandes sillas de madera lacradas en negro, todos los que nos encontramos somos turistas de diversas nacionalidades; me parece que la mayoría europeos, sobre todo franceses, etc.
Bela, que hace honor a su nombre, por su encanto y la confianza que nos infunde, nos llama, nos dice que ya vamos a embarcar. De pronto se produce una desbandada y una aglomeración incómoda, por el amontonamiento y la agitación que se produce, sale lo peor de nuestra condición humana con cierta moderación y contención pues la gente aquí es muy tolerante y afable. Oigo un chasquido e un contacto con una señora vietnamita pegada a mi, la pido perdón y miro lo que me roza la pierna y motivo del ¡crassss! en una bolsa azul de plástico transparente lleva todo tipo de viandas para el camino, lo que crujió fue una extensa tosta al estilo de una corteza muy fina y frágil, luego conocería que es un estilo de pan muy rico y crujiente lleno de especias y semillas de sésamo. Aquí, pocas cosas dejan de sorprenderte.
Poco a poco nos vamos haciendo hueco y moderando el ímpetu y acabamos por ir más cómodos pero sin perder el adjetivo de avanzar por encima de cualquier obstáculo. Llegamos al andén, y todo el frente lo ocupa un tren muy alargado de vagones. Bela, nos insta a seguirla y apremiándonos en la marcha, mientras exclama, ¡aquí es como en Inglaterra, por el medio de las vías! Sueñan las bocinas de trenes, te asustas, vemos las luces de las locomotoras que no sabes si avanzan o están a punto de hacerlo; ahora, la desbandada es total, cruzamos vías y vías con la preocupación lógica a ser atropellados por un tren, algunas de las locomotoras que mantienen sus luces potentes en el lado izquierdo nuestro nos deslumbran, parecen vibrar por el movimiento de los motores pero hay otras en el lado derecho en la misma práctica. Después de cruzar cinco o seis vías correspondientes con los andenes, casi al mismo nivel, nos dice Bela, este es nuestro tren, me doy cuenta del gran valor de llevar nuestra guía, nunca hubiera creído que fuera el último y al ser tan grandes los trenes haberle visto, ella nos llevo por el lugar adecuado y sólo caminábamos nosotros, lo que hacía más fácil el traslado.
Llegamos a nuestro vagón, a nuestras literas, dos de dos camas y pensábamos quienes podían ser los otros ocupantes, no serían conocidos, Bela iría en otro vagón, por crear cierta independencia supongo, nos decía como contactar en caso de necesidad en cada momento. El viaje nos prometieron que sería de siete horas y media, nada de eso acabó siendo de diez horas y media, no cabía en mi cabeza tamaño exceso y desproporción. No hubo ninguna explicación o accidente posible, así son las cosas de fáciles, el horario es muy aleatorio y se impone, al interés del usuario.
El compartimiento ofrece poco, aunque lo necesario, la suciedad esta enmascarada por la poca luz del ambiente pero perceptible, procuro no sugestionarme y amortiguar el choque, pero no puedo evitar la emanación de mugre y seboso efluvio que llega a mi olfato. Rosa me comenta, me da asco; ante esto nada puede hacerse sino evitar quedarte tarascado en esa idea. La animé a que lo intente superar y que no se envuelva mucho en la manta, una especie de edredón rosa con una espuma dentro y se ponga el chubasquero para evitar el contacto indeseado. Llegan las que serían nuestras compañeras de viaje, dos adolescentes vietnamitas, que se metieron en sus correspondientes literas, metiendo los paquetes a forma de cajas bajo las literas junto a los zapatos. Antes hicieron unas llamadas de móvil y se acostaron, mientras nosotros bajito aún seguíamos con nuestras apreciaciones del viaje y como serían las expectativas puestas en esta marcha hasta las Montañas del Norte de Vietnam y las poblaciones de Lao Cai y Sapa. Nada parecido a lo ocurrido, merece la pena todo ese viaje para llegar hasta este lugar montañoso y Reserva francesa para el descanso de sus oficiales durante la ocupación tratando de evadir el calor de la llanura.
Llegamos a Lao Caí, nos esperaba un chofer y su vehículo potente Toyota, Bela, nos dice, que para llegar a Sapa tenemos  todavía que circular durante una hora por carretera, más bien camino, la niebla lo cubre todo y nos amarga nuestras expectativas de ver los grandes paisajes de la montaña, las aldeas y extensiones de arrozales colgantes de ella cayendo sobre los valles. Llegamos a Sapa y fuimos a desayunar un desayuno muy vietnamita, desayunamos ligeramente, aunque Bela nos aconsejaba hacerlo fuerte, teníamos tres horas de marcha por las montañas para alcanzar las poblaciones locales y sus pobladores nativos de Sa Seng. La forma más usada de explorar los alrededores es haciendo trekking. Muchos aficionados a la aventura viajan hasta aquí con la intención de recorrer a pie los montes Hoàng Liên, cualquier camino y una brújula es suficiente nosotros llevamos a nuestra encantadora guía, que nos va describiendo todas la panorámicas y señalando lo más atractivo, vemos el valle de Muong Hoa donde se sitúan las aldeas étnicas de de los H’Mong Negro, algunas cosas las descubrimos nosotros mismos como el rudimentario molino, las minorías étnicas aparecen por todos los lados, con sus ofertas de artesanías y llegamos a un entente cordiale, sin dificultad, nos acompañaron un grupo de señoras bromistas y sonrientes hasta Sau Chua, entre fotos preguntas y cosas que poco podíamos entender pero que eran amistosas que nos traducía Bela, tenían que ver con su forma de hacer la artesanía, hacen del cáñamo un tejido que llevan en su vestimenta, para mi increíble, muy parecido al terciopelo, después de tratarlo con cera de abeja y alisarlo sobre una madera. Las minorías étnicas son el alma en las tierras altas de Sapa y el Vietnam de las montañas, apodados  por los franceses montagnards. Se dedican principalmente al cultivo del arroz y a fabricar sus propias ropas, para uso diario y su ajuar matrimonial, cosa que aquí es muy tradicional la gente se casa como media a los catorce años. Como el turismo lo invade todo, hacen en la entradas de las casas una exposición de su artesanía para la venta, nuestras acompañantes en sus capazos colgando en la espalda llevan otra muestra que tratan de vendernos, nosotros las pervertimos un poco más, acordando un dinero corto 10€ primero y luego Rosa otros 10€ más para las más persistentes, nos dijeron que era excesivo, pero en un mal precedente para que no nos molestarán en cuanto a vendernos algo, se sintieron satisfechas, lógicamente, para ellas era bastante. El paisaje que se abría a nuestros ojos, como la niebla remitía, era cada vez más fantástico y admirable con todos esos bancales descolgándose y en medio del camino sus casitas sencillas de madera y con cubierta de un prefabricado de cemento o chapa, rodeadas de leña cortada para su uso diario, los patos, las gallinas y sus polluelos, algún perro sumiso y domestico suelto inofensivos, se respira un sabor de sencillez y normalidad que agrada y gratifica el espíritu por una simplicidad envidiada.
El segundo día empezamos en Dzays y Ta Van y continuamos hasta la aldea Matra, el paisaje era muy bonito y grato aunque envuelto en una niebla persistente que le daba un aspecto impresionante por un lado y fantasmagórico por otro por todos los elementos que concurrían, poco a poco se fue despejando y volvimos a lo mismo aunque distinto aquí había menos turismo solo nos encontramos en el recorrido de cuatro horas una pareja con un guía y cuatro jóvenes con otro guía igualmente con los que cruzamos, porque venían en sentido contrario, intercambiando algunas impresiones, sobre todo Bela, que nos transfería lo dicho.
 
Entre las etnias más conocidas están: los Bahnar, los Dzao, los H’mong, los Jarai, los Muong, los Nung, los Sedang, los Thai, algunas tribus hablan la misma lengua pero diferente dialecto, desconfían tanto de los vietnamitas que me dice nuestra guía que no les interesa mucho el idioma vietnamita. Son tan diversos que cada uno de ellos ha llegado a desarrollar sus propias costumbres, ritos y creencias animistas y su propia vestimenta tradicional. Los H’mong son uno de los grupos étnicos mayoritarios y se encuentran sobre todo en la región de Sapa. Dentro de los H´mong hay varios grupos: los negros, los rojos, etc., pueden diferenciarse claramente por el color de su ropa. Las mujeres H’mong que acostumbran a unirse a los turistas de Sapa pertenecen al grupo de los H’mong negros. Y fue en compañía de esas mujeres, de entre treinta a cincuenta y nueve años que empezamos a descender por los caminos que discurren entre terrazas de arroz. Como a penas se cuidan parecen bastante avejentadas comparativamente a nosotros.
Las terrazas de arroz se plantan y se riegan en primavera, crecen en verano y se recogen al final del mismo. El color del paisaje depende de la estación del año en la que se visite. Antes de Marzo, incluso este no es quizás la mejor época..., mi experiencia es que no tenemos un tiempo favorable.
Con la llegada turística, sometemos a esta gente a cierto estrés por la facilidad de conseguir algún dinero, que les es necesario claramente, pero hace que cambie su forma de vida y abandonen sus antiguas costumbres en favor del negocio con los turistas, perdiendo esa impronta que las hace tan auténticas, amables y hospitalarias…, a mi me da pena dentro de una natural contradicción que me trae hasta aquí. Mi intención de llegar hasta aquí, principalmente, era disfrutar estos paisajes tan generosos modificados por la necesidad de estas gentes pero a la vez tan llenos de armonía y sentido común de aprovechar al máximo el legado territorial de sus antepasados, que ellos tienen muy en cuenta. También comprobar ese colorido y personal forma de vida, tradiciones y de valores poco contrastables en nuestra sociedad muy basada en lo económico, lo aparente de las modas y la actualidad circunstancial. En ellos se palpa la tranquilidad, la serenidad y la generosidad de compartir lo que tienen principalmente, su tiempo. Ante una pregunta mía pensando en su estado posible de frustración con nuestro contacto, me dijo mi guía, que les conoce muy bien: si les compras algo se ponen muy contentos, si no les compras se ponen tristes, pero no dejan de ser como son así de generosos, son gente sencilla. Por eso quise llegar a un trato, le dije que Rosa nunca compra nada, viene para conoceros, pero si yo comprase algo me mataría, señalando el gesto mafioso de cortar la garganta. Ante esto se echaron a reír y hacer comentarios con gestos jocosos, entonces disimuladamente, les pervertí más directamente, sin que me viera Rosa les di lo dicho, para todas, pero ellas me pedían que diera más a las otras, ahí ya no cedí, pero seguimos con la misma guisa.
Para acceder al recinto étnico hay que pagar 5000 Dong, moneda vietnamita para conservación del lugar y ayuda a los naturales de él. Una vez dentro, se puede caminar libremente y observar la forma de vida de sus habitantes, curioseando lo que se quiera, ellos son muy generosos en esto.
 
Esteban Burgos

viernes, 18 de enero de 2013

Una historia de Juzgado de Paz, la reconciliación

 

Quiero recoger algunas historias escritas por originarios de Becilla de Valderaduey o, que aprecian esta Tierra de Campos, este pueblo, y relaten algo sobre algún aspecto general, o concreto que haya interesado, o llamado su atención.
Cada historia será como un eslabón de una cadena que nos conecte a todos nosotros. Para conocer un poco más nuestro carácter y sentir. Que nos acerque a una comprensión de que hacíamos y hacemos, los modos y comportamientos rurales.
Estas sencillas anécdotas nos mostrarán y definan las relaciones humanas y civiles. Como nos relacionamos con nuestras instituciones, las celebraciones populares, también los usos en el devenir de cada uno de los acontecimientos que se relatan para reflejarnos como eran y como somos los becillanos.
Una historia de Juzgado de Paz, la reconciliación
Esta es una historia, muy humana, de un lado la proximidad de los personajes, de otro una forma civilizada de enfrentar los intereses particulares y la propiedad privada. Ha llegado a mí esta historia de un día cualquiera, bastante lejano en el tiempo, que trato de acercaros que escribió don Paulino Castañeda Delgado. En ella se manifiesta muchos de los modos e instituciones en que descansaba nuestra convivencia rural tan inmediata y sencilla.
Hoy hace un calor sofocante. No es posible parar en casa; ni se puede estudiar, ni se puede leer.
Buscando un lugar fresco y tertulia para pasar esas horas de la mañana, he bajado al Ayuntamiento.
El Ayuntamiento de un pueblo no puede ser más sencillo; una sala amplia con dos mesas enormes, dos estanterías, una llena de legajos amarillentos y otra con un Diccionario Espasa que nadie usa; una máquina de escribir bastante buena y un artefacto que no sé cómo se llama que sirve para tallar a los quintos.
Da acceso a la sala una escalera crujiente, que deja a la derecha el calabozo, en el cual ni los más viejos del lugar recuerdan que haya estado encerrado nadie.
Junto a la puerta de la entrada hay un árbol –uno solo- retorcido y prematuramente viejo que, en esta plaza con un calor canicular y tan solitario, siente uno el temor que sea un espejismo.
Aquí solemos juntarnos algunas mañanas a pasar un rato. De ordinario somos los mismos: el señor Alcalde, el secretario, un jefe de Estación que veranea aquí y un servidor. Pero hoy nos hemos encontrado con un personaje más: el señor Juez de Paz. Estaba serio, la gorra, caída hacia atrás, dejaba al descubierto una frente amplia ya surcada de pequeñas arrugas y un mechón rebelde de pelo semicanoso que le daba un aspecto, mitad severo, mitad simpático.
Estaba tan pensativo que no se ha dado cuenta de mi saludo. Los ojos clavados en la tierra. Daba la impresión que iba a resolver un problema vital o un grave caso de conciencia. Después me enteré y la cosa no era para menos; aquella mañana se iba a celebrar un juicio y estaba dispuesto hacer brillar la Justicia.
Sentí curiosidad por ver cómo eran los juicios en mi pueblo. Yo recuerdo que, siendo muy niño, mi padre ocupo también este cargo judicial y me parece recordar que todos los juicios se resolvían con unas cuantas voces aparentes. Me senté en un rincón dispuesto a presenciar la escena.
Unos minutos de espera y comienzan a llegar hasta diez rapazuelos que habían querido lavarse la cara e intentando domeñar su cabello rebelde para asistir con la decencia que el acto requería.
El Juez les indicaba con el gesto-no hablaba- que tomaran asiento, y ellos se iban sentando en un barco, tan grande que no alcanzaban a apoyarse en el respaldo, ni lograban tocar el suelo con los pies.
El juicio iba a comenzar. Yo estaba impaciente por saber la acusación formulada contra aquel grupo de reos.
El Juez carraspea un poco, y con voz severa preguntó:
¿Quién ha roto la puerta del pozo artesiano del señor Teófilo?
Estaba yo rebuscando en mi mente algún episodio trágico para disipar la tentación de la risa, cuando oí un coro de voces acusadoras e iracundas:
¡El Chispa ha sido! -gritaban unos-; ¡el Camaño…! -vociferaban otros-. ¡El Chispa, el Camaño…!
Unos terribles campanillazos del Alguacil y unas voces espantosas del Juez, lograron restablecer el orden: después de muchos dimes y diretes averiguamos que el Chispa y el Camaño eran un mismo sujeto.
¡Si señor!; el Chipa arrancó la puerta – repitió uno.
Y la echó al agua –dijo otro.
Y decía que era un barco –apostilló un tercero- a quién las lágrimas de alegría le brillaban en los ojos.
El pobre Chispa estaba aterrado ante aquel torrente de acusaciones. Allí estaba, con la cabeza baja sin osar ni siquiera decir una palabra de defensa o, por lo menos, de disculpa. El reconocía esos delitos pero, dijo al fin con profunda humildad, que él no la había roto.
¿Quién la rompió entonces? –grito el Juez con voz estentórea.
¡Chelele, Chelele! –gritaron todos otra vez a coro-.
Y ¿quién es Chelele?
¡José, José…!
Estaba pensando que aquel dialogo tenía mucho de parecido a aquellos coros hablados de la época de Colegio, cuando se abre violentamente la puerta y aparece una mujer nerviosa y lívida por la ira. Era precisamente la madre de José, el Chelete, que venía a pedir una explicación de la llamada de su hijo ante los tribunales. Enterada del caso y convencida de que la mejor defensa era un buen ataque, se encara con el Juez y le dice:”Y qué, ¿tú y yo no hemos hecho muchas diabluras de pequeños? Y él –se refería al dueño del pozo- ¿no saltaba huertos mejor que nadie? ¿ya no os acordáis de eso? Además –iba a lanzar un argumento la cuestión terrible y decisivo –estas actuando en un juicio sin bastón de mando, y eso no vale…, tal vez pensaba yo, tuviera razón aquella mujer; pues aquel era un juicio que debía resolverse con unos pocos bastonazos.
Unos golpes prudentes en la puerta y aparece un anciano venerable, torpe de oído, que nos saluda con una amplia sonrisa que deja al descubierto un par de magníficos incisivos, creo que los únicos supervivientes. Era el abuelo de uno de los encartados. Se entera de la acusación y, con la mano en la oreja, deja caer esta pregunta que intentaba dirimir la cuestión por la base, “Señor Juez: pregunta Ud. Que quién ha roto la puerta del pozo…; pero, pregunto yo, ese pozo ¿tenía puerta...? “
Confieso que soy un profano en leyes, pero creo que no hace falta ser un Justiniano para ver que esta pregunta tenía una respuesta satisfactoria, el juicio podía darse por terminado.
Ya era la hora de comer y había que terminar.
Sin tener en cuenta la distinta culpabilidad de los acusados, el juez dictó una sentencia general: “Todos pagarán cinco pesetas al señor Teófilo”Quedaron conformes y prometieron pagar, pero no dijeron cuando.
Paulino Castañeda Delgado (nacio en Becilla de Valderaduey, el 22 de abril de 1927 - † en Madrid, el 20 de agosto de 2007). Licenciado en Teología por la Universidad Pontificia de Salamanca (1951); Doctor en Teología, por la Universidad de Comillas (1965). En la Universidad Complutense cursó Filosofía y Letras, obteniendo el premio extraordinario en la Licenciatura (1960) y en el Doctorado (1963). Esta investigación fue publicada con el título La teocracia pontifical en la Conquista de América (Vitoria, 1965), reeditada en México por la UNAM, en 1996. Fue nombrado Secretario del Vicario Castrense (1970-1974).
En 1975 el profesor Castañeda se incorporó a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Sevilla, primero como agregado (1975-1981) y luego como catedrático (1981-1992). Fue director del Departamento de Historia de América desde 1984 hasta su jubilación en 1992. Posteriormente fue nombrado Catedrático Emérito de historia de la Iglesia y de las Instituciones Canónicas Indianas de la Universidad de Sevilla.
Su actividad investigadora ha sido muy prolífica.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Un viaje en el "Tren Burra"



Estación de San Bartolome, desde el Puente Mayor sobre el río Pisuerga
 
Una vez más he hecho el recorrido de Madrid a mi pueblo natal. Y como casi siempre, a la salida de Valladolid, he tenido que esperar a que pasara el tren. Es un tren familiar para los habitantes de estas aldeas, desvencijado, y de una lentitud tan exasperante que le ha valido el calificativo de “Tren Burra”.
Yo no sé lo que sería “el Burra” hace unos decenios, cuando aún era joven; pero en la actualidad, para mí –reconozco que no soy ingeniero de la Renfe-  no sé cómo “el Burra” se atreve salir a la calle cargado de viajeros y atravesar la campiña que se extiende de Valladolid a Medina de Rioseco, constituye un misterio preocupante.
Recuerdo que a la Estación del “Tren Burra” de San Bartolomé me dirigí una mañana de finales de Abril. Era Semana Santa. Hacía mucho calor, y temiendo la afluencia de gente, me personé a la taquilla con dos horas de anticipación. Pero no había más que unas pocas personas y, al parecer, todos familiares o viejos camaradas…, porque todos estaban hablando confidencialmente en un amplio corrillo.
¿Quién es el último, por favor? Pregunté.
¿Cómo dice usted?
Que quién es el último para sacar el billete.
Se me vuelve un hombre sanote, gordinflón; con una cara tan colorada y risueña que parecía un anuncio de propaganda de las grageas digestinas…, y enseñando unos enormes incisivos me dice:
Aquí no hay cola, señor. Aquí cabemos todos,  el “el Burra” no se llena nunca.
Me tranquilicé.
Después de dos horas me acomode junto a la ventanilla de un coche de segunda categoría, que era en “el Burra” la máxima. Era un coche viejo, aunque no muy sucio, con una estufa de carbón en el centro, como la que llevaban los carromatos de los húngaros o la que había en el Ayuntamiento de mi pueblo.
Eran las diez; la hora de salida. Pero la gente no tenía ninguna prisa por montar. La campanilla de la estación sonaba desesperadamente, pero en aquel corrillo parecían todos sordos.  El revisor aparece ubicado en el rectángulo de la portezuela lanzando dicterios y amenazas, pero nadie se da por aludido. Por fin arrancó, y solo entonces la gente comienza a despedirse…, corrían un poco y subían al tren ; un ciclista seguía recibiendo los últimos consejos de un anciano, que debía ser su abuelo…, nos persigue con su “Orbea”, la coloca sobre un vagón cargado de piedras y sube tranquilamente, sin que nadie quedara sorprendido por la hazaña.
Bueno, te digo, mis ojos estaban a punto de desorbitarse y ya estaba casi perdiendo el control de mis nervios. Iban a ser las once cuando “el Burra” de las diez se iba a poner seriamente en marcha. Ya estaba cruzando las planicies de Villanubla; los páramos, una gran llanura; toda bañada de sol en aquel mediodía caluroso. Unos hombres estaban tendiendo una línea de alta tensión; y al contemplarlos desde la ventanilla de aquel tren de película, con sus sombreros de pajas, en mangas de camisas, encaramados en aquellos gigantescos postes metálicos, daban ganas de gritar: “¡Eh Wali! ¿Hay petróleo…?
En estas llanuras se paró el tren. Me baje y vi al maquinista con una aceitera primitiva, dispuesto a engrasar algo… Me quedé aterrado.
Volví a subir, mientras un apetitoso olor a tortilla de patata había invadido el vagón. Aquellas gentes  estaban comiendo su merienda. Una botella de vino corría de mano en mano, sin escrúpulos; en cada Estación bajaban a repostar.
Aquello se hacía interminable. Nadie podía calcular la hora en que llegaríamos. Tenía que enterarme.
Al revisor me lo encontré en su garita. Era todo un poema: zapatillas blancas, pantalón de color…, indefinido, tal vez de color nogal, con dos remiendos gemelos, en las rodillas; las mangas de la camisa levantadas hasta el codo y una gorra… ¡que gorra, madre mía! Sucia, grasienta, repugnante…, con unos bordados de los cuales, haciendo un acto intenso de fe, podríamos creer que un día fueron dorados. A él me dirijo.
¿Es usted el capitán de este convoy…?
Recibe mi pregunta con una sonrisa amplísima que hace caer de sus labios una colilla apagada…
-Para servirle- me contesta complacido pero sin moverse de su asiento.
Pues dígame “capitán”. ¿Cuándo llegaremos a Medina de Rioseco?  
El hombre seguía sonriente. Le agradaba aquello de “capitán”. Yo también me sonreí, pues, sin duda por esos enlaces asociativos de imágenes, recordé al capitán de aquel cascarón de bote, “la Reina de África”, y a Humphrey Bogart. Y me dije: lo mismo que él.
Creo que llegaremos dijo al fin, dentro de media hora. Allí puede usted comer tranquilamente, y después, si le gusta el arte, admirar bellos monumentos.
¿Monumentos?
Simulé curiosidad, aunque ya conocía aquellas joyas, me interesé escucharlo de los labios de aquel revisor.
¡Oh! Sí; debe usted saber que Rioseco es la ciudad de los Almirantes de Castilla: La India chica la llaman por sus ferias famosas. Tiene usted que ver la iglesia de Santa María, toda de piedra “mu” antigua y “mu” fría en invierno…
¡Ah! -Le corté indiscretamente- . Es una de estilo de transición, con notas platerescas y barrocas, ya recuerdo. Tiene una maravillosa reja en el coro y dos altorrelieves de San Pedro y San Pablo: la famosa capilla de los Benavente y una bellísima Custodia de Arte…
Sí, sí; eso es. Pues tiene usted que verla. Pero ahora dispénseme; tengo que ir a picar, porque ya estamos llegando.
Y haciendo con sus labios un gesto, como si hubiera chupado un limón verde, se marchó.  
Por fin llegamos. Y tuve que pasar la tarde en Medina de Ríoseco, y una vez más admiré sus monumentos.
La iglesia de Santa Cruz, imitación de la de Jesús en Roma. Con una pieza gótica 1518, una cruz procesional del siglo XVI y un frontal de plata maciza de valor incalculable. La iglesia de Santiago, comenzada en 1548, renacentista, pero de líneas góticas, con fachada herreriana y plateresca; y ábside que es una de las mejores muestras del Renacimiento español. La iglesia de San Francisco, de retablos platerescos, con unos barros cocidos y policromados de Juan de Juni…
Todo bellísimo. Todo como una justa recompensa a un viaje desagradable en el “Tren Burra” de Medina de Ríoseco.
Paulino Castañeda Delgado
 
 
Nota historica:
El“Tren Burra” que circuló entre 1884 y 1969 de Valladolid a la localidad vallisoletana de Medina de Rioseco.
Esta concesión fue adquirida por la “Compañía del Ferrocarril Económico de Valladolid a Medina de Rioseco”, empresa creada en Barcelona el 28 de febrero de 1881. El Banco de Cataluña se encargó de financiar la construcción de esta línea. La inauguración del servicio tuvo sucesivos retrasos, efectuándose finalmente el 13 de septiembre de 1884.
Inaugurado en 1884, uniría la estación de San Bartolomé en Valladolid con Media de Rioseco a través de 40 kilómetros. Más tarde se amplió hasta la estación de Campo de Béjar (cerca de la estación del Norte de Valladolid) en 1890 a través de las calles de esta ciudad. Este último tramo fue clausurado en 1952 por el peligro que suponía la circulación de trenes por las calles vallisoletanas.
Se mantuvo para el tráfico nocturno de mercancías hasta 1961, momento en el que se produjo la clausura y desmantelamiento del tramo urbano de la línea, desde San Bartolomé hasta Campo de Béjar. En el solar de la estación de Campo de Béjar se levanta hoy la Estación de Autobuses de Valladolid.
El 1 de junio de 1969 se decretó su cierre, que se produjo finalmente el 11 de julio de 1969 fecha del último viaje de este tren, que pervive en la memoria de muchos habitantes de Tierra de Campos.
Durante la década de los cincuenta y sesenta atrajo la curiosidad de aficionados europeos y norteamericanos que recorrieron Tierra de Campos tomando instantáneas de uno de los últimos trenes a vapor de Europa. Entre ellos, Trevor Rowe, que escribió un libro sobre este tipo de trenes en España Narrow Gauge railways of Spain, con un material gráfico muy interesante.
Este tren es, hoy en día, un efímero recuerdo, de los castellanos mayores, aún se mantienen en pie algunas de sus estaciones, pero muchas de ellas en estado ruinoso. Eran de ladrillo y tenían una misma planta. En todas había un muelle cubierto y otro descubierto, con una grúa giratoria y un puente/báscula.
En invierno, cuando nevaba, era preciso echar tierra en los raíles para evitar que las ruedas patinaran con lo que el viaje cobraba una dimensión aventurera de final incierto, aunque por lo general feliz.
El desplazamiento desde Valladolid a la estación de Medina de Rioseco, venía a durar una hora y media. Las paradas obligadas del trayecto eran las dos de la capital, Campo de Béjar y San Bartolomé, y las de Zaratán, Villanubla, La Mudarra y Rioseco, además de dos apeaderos, Torozos y Coruñeses, que eran discrecionales.
El trenecillo se detenía si había viajeros o previsión de que pudiera haberlos, de modo que la hora de llegada era siempre aproximada. Durante estos años, Ríoseco cuenta con las dos estaciones ya mencionadas, la de Abajo, también llamada "del Carmen", por la cercanía de un convento de monjas, y posteriormente también bautizada como Ríoseco Tránsito V. R.; y la de Arriba, que también es conocida como Ríoseco San Juan o Ríoseco Castilla.